“Yo soy ustedes, es una iniciativa que nace desde el programa de Humanización de Méderi y busca identificar aquellas historias que se pierden en el día a día de nuestra red hospitalaria, pero que claramente hacen la diferencia para muchas personas que, además de un alivio frente a su enfermedad, esperan compasión y acogida durante un proceso tan doloroso como lo es, un estado de salud vulnerable...
…Son muchas las historias que se presentan a diario, pero si no las contamos, es como si perdiéramos parte de nuestro legado, ese que queremos dejarles a las nuevas generaciones, esas experiencias que sanan no solo vidas, sino corazones rotos, que alimentan el alma y dan luz en los momentos más oscuros”.
Portada libro y testimonio: “Milagro”
Un milagro se define como un suceso extraordinario que muchas veces no tiene una explicación racional. Adrien de Grégorj puede ser uno de ellos, así no lo crea, no lo vea o no lo sienta.
Adrien es francés. Luego de estudiar, sintió que su país era pequeño para el tamaño de sus sueños, por lo que corrió un poco sus fronteras hasta llegar a Londres. Allí se ganaba la vida como asistente del manager en un bar. Por esas extrañas casualidades que trae la vida, resultó muy amigo de un colombiano, con el que conoció mañas, dichos, tragos y comidas. Aprendió a bailar salsa y de a pocos supo de nuestro país, sin conocerlo.
Luego de un tiempo, sintió que su ciclo en Londres había culminado, por lo que Colombia terminó convertida en una buena opción. En 2010 vino por primera vez y entendió que una cosa es lo que decían en los libros o en las series de Netflix o lo que comentaban sus amigos, y otra, vivir la experiencia en vivo y en directo. Un mes bastó para enamorarse de los paisajes, la comida, los climas y la misma anarquía en medio de la cual vivimos y que tal vez solamente nosotros entendemos. El “daño” estaba hecho y al poco tiempo decidió venirse a vivir a Colombia para establecerse y trabajar en un proyecto que tenía en su cabeza. Con su padre ocurrió algo similar. Viajó a conocer y a los dos meses se vino desde Francia.
Adrien se acomodó pronto, los negocios empezaron a ir bien. Ya era 2017 y fue cuando las cosas empezaron a cambiar o tal vez lo único que ocurrió es que su buena suerte se cambió de vestido: “El 12 de octubre de ese año iba en mi moto por un puente que hay en la 45 con 30 en Bogotá, cuando un taxi me cerró. Yo perdí el control de la moto y caí por encima de la baranda, verticalmente, casi doce metros. Terminé en la vía de Transmilenio. El señor frenó como un loco. Incluso alguien en el bus se fracturó la muñeca. Yo quedé a 10 cm de la llanta delantera del bus. Eso fue a las 10 de la mañana. Detrás de ese Transmilenio venía una ambulancia. Yo en realidad, no recuerdo nada, sino que mis recuerdos los he construido a partir de lo que me han contado. El señor de la ambulancia me vio caer y cuenta que me subió en tres minutos, y en nueve, ya estaba en Méderi. Eso me salvó la vida. Tuve suerte. No me morí en la caída. Como pudo, tomó mi teléfono y le avisó a mi papá que se había venido a Colombia. Cuando le dijeron, él pensó que era una broma mía”.
El doctor Germán Devia, especialista en medicina de emergencias, recuerda haberlo atendido: “El señor llegó con alteración de la conciencia. Lo entubamos, y lo llevamos a imágenes para luego proceder al manejo de sus lesiones óseas. El trauma complicado eran las lesiones que en la tomografía eran evidentes y que explicaban de alguna manera todo lo que le pasaba. En realidad fue un caso que no duró mucho con nosotros, se subió rápido a cuidados intensivos para darle manejo médico”. La doctora María Margarita Maldonado, lo recibió: “Tenía un trauma craneoencefálico severo, que ya había sido manejado en la sala de emergencias. Estaba sedado, con una intubación y tenía una deformación en su rodilla y una fractura abierta. Estaba muy descompensado y lo primero que pensábamos era que pudiera tener otra fractura. Lo evaluamos, revisamos la pelvis y no se encontró nada distinto a su rodilla y procedimos a estabilizarla. Le pusimos un tutor externo. En ese momento no se veía que tuviera hematomas grandes en la cabeza. Recuerdo que el papá no hablaba en español, por lo que en inglés le explicamos lo que íbamos a hacer”.
Adrien tiene su propia versión, que en realidad es la que le contó Luis Alberto Ibáñez, conductor de la ambulancia: “Cuando entré al hospital yo estaba consciente, pero luego caí en coma durante dos semanas. Cuando me desperté recuerdo ver a mi mamá emocionada. El diagnóstico inicial era que me iba a morir o que yo no iba a poder ver, ni a caminar, que iba a quedar como un vegetal. Muchos no creían en mi recuperación. Era una especie de centro de atención del piso, tenía muchas visitas porque por el hecho de ser francés y por el tipo de accidente, todos iban a visitarme. Cada doctor que entraba, me daba una especie de energía porque eran muy especiales. Cuando me desperté, la gente no podía creer, porque incluso atrapé una bacteria. Finalmente me operaron de todo y a las dos semanas viajé a Francia a terminar de recuperarme”.
Terminada esa guerra, empezó su verdadera batalla porque fueron catorce meses de operaciones y terapias en las que aparte del dolor inicial, debía luchar contra el tedio y el aburrimiento, por lo que volcó toda su atención en el trabajo de su empresa acá en Colombia, gracias a la magia de internet. La última operación que le debían practicar consistía en retirarle todos los tornillos y platinas que le habían puesto en sus cirugías iniciales en Colombia. Para ello requería la información detallada de todos esos elementos. No tenía más opción que llamar al Hospital Méderi, donde en realidad no conocía a nadie. Marcó como cualquier persona y la buena fortuna volvió a estar de su lado. Al otro lado de la línea estaba Janeth Rivera: “Un día Adrien llamó y me contó la historia. Yo había oído hablar de él pero tenía un recuerdo lejano. Me dijo que necesitaba saber el material y el tipo de piezas que le habían colocado. Yo tengo una limitación visual y sé lo que es necesitar algo. Yo pensaba dónde averiguarle esos datos y le decía que mejor viniera, pero él estaba en Francia. Le di mi número telefónico, le pedí los datos y empecé a buscar lo que el necesitaba. Logística me ayudó mucho, como durante dos días. Finalmente logré conseguir la mayoría de los datos. Yo se los mandé y desde ahí seguimos charlando “.
Al poco tiempo, Adrien completamente recuperado, volvió a Colombia junto a su papá, a su perro y a su proyecto de reciclaje de botellas PET que hoy es económicamente sostenible y a través del cual ayuda a cambiar la vida de personas en situación de vulnerabilidad.
Su cercanía a la muerte, en realidad no le cambió la forma de ver la vida. Sigue siendo un hombre racional que poco cree en milagros porque para él, todo tiene una explicación lógica. Ha hecho del dolor parte de su vida y ve su accidente como algo que le tocaba vivir y no como un karma o algo que le haya dejado traumas. Vive la vida paso a paso junto con su perro Lulo y sus amigos, tranquilo y enfocado en su trabajo. Sabe que de alguna manera el futuro se construye cada día.
“En mi historia hay muchos héroes: el conductor de la ambulancia, las enfermeras, las personas de recepción, los médicos de Méderi, cada persona aportó algo. La gente era muy profesional, pero finalmente uno es su propio héroe. Yo lo soy, trabajé como loco y salí adelante”.
Lo cierto es que Adrien está hoy contando un cuento que pocos pueden contar. Tal vez la muerte esquiva estaba distraída o tal vez una mano misteriosa empujó las velas para que tantas y tantos aparecieran de repente en su vida para salvarlo.